sábado, 26 de noviembre de 2011

Pedro salinas, Para vivir no quiero

 Pedro Salinas
(Madrid, 1891 - Boston, 1951) Poeta español, miembro de la Generación del 27, en la que destacó como poeta del amor. Profundo intelectual y humanista, Salinas estudió las carreras de derecho y de filosofía y letras. Fue lector de español en la Universidad de París entre 1914 y 1917, año en que se doctoró en letras.
En la década de 1920 comenzó una asidua colaboración con la Revista de Occidente y fue catedrático de lengua y literatura españolas en las universidades de Sevilla y Murcia. Trabajó como lector de español en Cambridge. Junto a Guillermo de Torre dirigió la revista Índice literario (1932-1936). En este último año emigró a Estados Unidos, donde se desempeñó como profesor en distintas universidades, y allí vivió hasta su muerte, salvo algunos períodos en que dictó clases en la Universidad de San Juan de Puerto Rico.
Poeta subjetivo, heredero de la tradición amorosa de Garcilaso de la Vega y de Gustavo Adolfo Bécquer, el gran tema de su poesía fue el amor, a través del cual matizó y recreó la realidad y los objetos. En su producción se pueden distinguir tres etapas. La primera, de poesía pura, influida por Juan Ramón Jiménez, abarca desde los inicios hasta 1931 (Presagios, 1924; Seguro azar, 1929 y Fábula y signo, 1931).
La segunda alcanza hasta 1939 y fue la de la poesía genuinamente amorosa, fruto de su apasionada relación con la profesora norteamericana Katherine Whitmore. En ella celebra el amor que da sentido al mundo; la amada es una criatura concreta, en un espacio cotidiano, con la que el poeta mantiene un coloquio continuo. El amor de su lírica no es atormentado y sufrido; es una fuerza prodigiosa que da sentido a la vida (La voz a ti debida, 1933; Razón de amor, 1936 y Largo lamento, 1939).
Las obras de esta etapa se nutren de una lírica en segunda persona, vocativa, dirigida a la imagen de la amada, envuelta en las circunstancias externas de la vida actual: relojes, teléfonos, playas, calles, publicidad, automóviles y calendarios aparecen en tal poesía cambiados y transfigurados. La mujer es vista en una perspectiva de proximidad, como una amiga que se convierte en amada al contemplarse reflejada en el "espejo ardiente" que el amor le ofrece. Tal actividad poética, en la que se utilizan elementos métricos muy tenues y leves (metros cortos, con asonancias de una gran flexibilidad, que subrayan el ritmo interno de las metáforas, las ideas y la fluida elocución), halla su mejor representación en La voz a ti debida, obra que ha influido profundamente en la poesía española.

[PARA VIVIR NO QUIERO]
Pedro Salinas

                                                                  
Para vivir no quiero
islas, palacios, torres.
¡Qué alegría más alta:
vivir en los pronombres!

Quítate ya los trajes,
las señas, los retratos;
yo no te quiero así,
disfrazada de otra,
hija siempre de algo.
Te quiero pura, libre,
irreductible: tú.
Sé que cuando te llame
entre todas las gentes
del mundo,
sólo tú serás tú.
Y cuando me preguntes
quién es el que te llama,
el que te quiere suya,
enterraré los nombres,
los rótulos, la historia.
Iré rompiendo todo
lo que encima me echaron
desde antes de nacer.
Y vuelto ya al anónimo
eterno del desnudo,
de la piedra, del mundo,
te diré:
«Yo te quiero, soy yo».


    Comentario

Introducción
Alguien habló de "poesía de la gramática". Salinas, poeta y profesor que ahonda en el lenguaje, descubre aquí un sentido poético en una categoría gramatical:los pronombres. Es una muestra de cómo el citado "conceptismo interior" tiene sus ras ces en la sustancia misma de la lengua.


Contenido
Subyace en el poema una idea del amor como sintonía de dos personas en lo que tienen de más auténtico o de esencial, por debajo de lo superficial o accesorio.
El poeta propone a la amada, y se propone a sí mismo, un renunciar a lo que se ha sido, un despojarse de 1o accesorio o lo convencional, un liberarse de ataduras o raíces, como condición necesaria para una libre y plena entrega mutua.
Como se ve, es algo que podría expresarse -y se ha expresado-de formas mucho más banales; pero Salinas le da una nueva formulación, una renovada hondura gracias a su característica sutileza.


Estructura
El poema presenta claramente una introducción y dos apartados. Los versos 1-4 son un planteamiento, en cierto sentido enigmático, del tema. Sigue un díptico en que se presenta ese doble y paralelo proceso de renunciación: el despojamiento del tú (versos 5-15) y el del yo (versos 16-28).
La métrica es sencilla y muy frecuente en Salinas: versos heptasílabos sin rima, salvo dos versos cortos, el 14 (trisílabo) y el 27 (tetrasílabo); ambos aparecen en un lugar semejante, precediendo a los versos que rematan las dos partes fundamentales del poema, y dando así a esos versos especial relieve, como veremos.


Análisis
Los versos 1-2 tienen carácter negativo: son un rechazo de lo "externo", de convencionales escenarios de leyenda (o "de película") para el amor, para la vida.
Frente a ello, los versos 3-4 expresan, con la fuerza de la exclamación, un ideal o un anhelo exaltante (La "alegría más alta"). Y lo expresan con una frase que causará sorpresa, que tiene cierto carácter de enigma y hasta de juego: "vivir en los pronombres". Se refiere, naturalmente, al tú y al yo. Luego veremos que los pronombres son, para el poeta, el símbolo de la personalidad profunda, desnuda, esencial. Un gramático nos diría que los pronombres señalan, sin más; en cambio, los nombres y apellidos remiten a raíces familiares, a una posición social, etc. Así pues, esta exclamación encierra ya la voluntad de vivir hacia dentro, hacia lo íntimo y auténtico.
Tras este preámbulo, la primera parte se inicia (versos 5-6) con una "enumeración caótica", muy característica de Salinas: "los trajes, las señas, los retratos" representan los aditamentos innecesarios de la personalidad, los lazos sociales o ianuadanos, la "imagen" (el look) que una se ha ido haciendo; en suma, todo aquello que ella debe quitarse -según la exhortación del poeta-. Es una especie de "ascesis” profana.
Los versos 7-9 tienen carácter explicativo. Ante todo, el escueto "yo no te quiero así”. Y ese así se aclara en los dos versos siguientes; en ellos vemos que lo que se rechaza es lo que se considera un disfraz, una máscara, una imagen falsa. Y la expresión "hija siempre de algo" (densa y escueta, muy del autor) alude a un depender de circunstancias externas, como la familia, la posición social, las costumbres, las modas...
A todo ello -presidido, insistimos, por el verso 7-se oponen ahora los versos 10 y 11: "Te quiero pura, libre, / irreductible: tú". El verbo querer va ahora con tres adjetivos fundamentales. El primero vuelve a recordarnos lo que el poema tiene de exigencia de purificación (pero estrictamente humana, sin los objetivos de una ascética religiosa). El segundo adjetivo, libre, se opone al verso 9 y supone haber roto las ataduras sociales, las normas heredadas. E irreductible tiene aquí su sentido más profundo: persona que no se puede reducir a nada de lo externo, de lo ajeno o de lo adquirido. Y esos tres adjetivos desembocan, como resumen, en el pronombre: tú. Ahora se ve muy bien cómo el pronombre representa, para el poeta, lo que una persona tiene precisamente de irreductible, de irreemplazable.
Y esa criatura insustituible es la que el poeta desea que responda a su llamada (versos 12-15): una mujer única "entre todas las gentes / del mundo..." El remate de esta primera parte es perfecto. El verso 15 se destaca, ante todo, por venir tras un verso muy breve y una pausa especialmente fuerte. Además, es un nuevo juego con el pronombre, un pleonasmo cargado de sentido (y que, por lo demás, cualquier hablante comprende): "sólo tú serás tú". No se puede decir más con menos palabras.
La segunda parte desarrolla un proceso equivalente y recíproco al que proponía la primera: ahora es la promesa del despojamiento (purificación, liberación) del yo.
Los versos 16-18 hacen eco al 12 ("cuando te llame...", "cuando me preguntes... "). Y los versos 19-23 contienen una enumeración análoga a la de los versos 5-6; ahora, "los nombres, / los rótulos, la historia" resumen una misma renuncia a un pasado y a unas señas sociales de identidad, unos títulos (rótulos), una serie de cosas que ahora han perdido sentido, que se consideran sobreañadidas a lo esencial. Lo dirá, efectivamente, con la expresión "lo que encima me echaron / desde antes de nacer". Es como si se sintiera marcado, destinado a ser lo que ha sido, por condicionamientos familiares y sociales.
El proceso de ruptura con todo aquello conduce (versos 24-26) "al anónimo...", a la pérdida del nombre (y ya hemos visto que el nombre representaba aquí la faceta más superficial e inauténtica de la personalidad). Es una purificación y una liberación que recoge la palabra desnudo (sin trajes, como dijo en el verso 5). Es también el anónimo "de la piedra" y "del mundo", de la naturaleza elemental, como recién creada.
Y tras un nuevo verso corto y otra fuerte pausa, destaca el último verso, como destacaba el paralelo verso 15, y nos ofrece un análogo, o aún más escueto, juego de pronombres: "Yo te quiero, soy yo" (y obsérvese la relevante disposición del pronombre a principio y final del verso: es una epanadiplosis). Queda intensamente expresada esa respuesta amorosa, esa correspondencia entre el tú y el yo.


Conclusión 


El poema es una buena muestra de la poesía amorosa de Pedro Salinas, de su manera tan sutil de enfocar las relaciones entre las personas, de esa concepción del amor como experiencia que enriquece, como un "camino de perfección" y -en estos versos además--como una fuerza liberadora.
En el plano del estilo, el comentario nos ha confirmado las características que ya vimos. Insistamos en esa aparente sobriedad de lenguaje que esconde un gran rigor formal, una personal densidad expresiva, un poder de apresar la realidad desde ángulos nuevos. 

sa
para ampliar los textos, ver Eterna presencia en video

 

No importa que no te tenga,
no importa que no te vea.
Antes te abrazaba,
antes te miraba,
te buscaba toda,
te quería entera.
Hoy ya no les pido,
ni a manos ni a ojos,
las últimas pruebas.
Estar a mi lado
te pedía antes;
sí, junto a mí, sí,
sí, pero allí fuera.
Y me contentaba
sentir que tus manos,
me daban tus manos,
sentir que a mis ojos
les dabas presencia.
Lo que ahora te pido
es más, mucho más,
que beso o mirada:
es que estés más cerca
de mí mismo, dentro.
Como el viento está
invisible, dando
su vida a la vela.
Como está la luz
quieta, fija, inmóvil,
sirviendo de centro
que nunca vacila
al trémulo cuerpo
de llama que tiembla.
Como está la estrella,
presente y segura,
sin voz y sin tacto,
en el pecho abierto,
sereno, del lago.
Lo que yo te pido
es sólo que seas
alma de mi ánima,
sangre de mi sangre
dentro de las venas.
Es que estés en mí
como el corazón
mío que jamás
veré, tocaré,
y cuyos latidos
no se cansan nunca
de darme mi vida
hasta que me muera.
Como el esqueleto,
el secreto hondo
de mi ser, que sólo
me verá la tierra,
pero que en el mundo
es el que se encarga
de llevar mi peso
de carne y de sueño,
de gozo y de pena
misteriosamente
sin que haya unos ojos
que jamás le vean.
Lo que yo te pido
es que la corpórea
pasajera ausencia
no nos sea olvido,
ni fuga, ni falta:
sino que me sea
posesión total
del alma lejana,
eterna presencia.
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