jueves, 23 de enero de 2014

Un ejemplo práctico para hacer la tipología textual con Aprender a aprender (I)


Aprender a suspender

EL poeta y profesor Enrique Baltanás prometía hace poco escribir un Elogio del suspenso y adelantaba: "No nos pronunciamos, nuestro juicio sobre alguien lo dejamos en suspenso. Hasta mejor ocasión. Por eso el suspenso no debería llevar nunca nota numérica". Por ahora, los alumnos están en suspense ante la inminencia de los exámenes del primer trimestre. Mientras ellos se esperan lo peor, y yo el luminoso elogio de Baltanás, resulta natural que todos pensemos en los suspensos.
Las incesantes leyes pedagógicas nos proponen que aprendamos a aprender, que aprendemos a emprender, que aprendamos a usar las nuevas tecnologías, a la ciudadanía, a los valores (siempre y cuando democráticos) y a un centón de cosas más. Bien. Según reza el refranero, el saber no ocupa lugar; aunque uno a veces abriga la sospecha de que Luis Cernuda iba mejor encaminado cuando objetó: "El saber ocupa lugar, tanto que puede desplazar a la inteligencia". De todas maneras, eso no afecta a nuestros estudiantes, sino apenas a algunos profesores de las que Borges llamó crédulas universidades. Más cerca nos cae el aviso de Unamuno: "El maestro que enseña jugando acaba jugando a enseñar". Contra la tentación lúdica siempre nos quedarán los exámenes y el riesgo del suspenso.
               Lo explicará mejor Baltanás. Yo solamente quería proponer que, para la nueva reforma educativa, que estará al caer, pues no paran, se contemple otro aprendizaje: aprender a suspender. Las pedagogías modernas descuidan este aspecto, y resulta clave si queremos preparar de verdad a los alumnos para el futuro.
Mi propia experiencia demuestra que la mayor parte del tiempo se lo pasa uno fracasando. Muchos de nuestros proyectos no salen como habíamos pensado o directamente no salen. La vida es una evaluación continua, uf, y al final de la misma, según san Juan de la Cruz, nos examinarán (¡otro examen!) de amor. Lo mejor sería aprobarlo todo y, como mínimo, el examen final, pero no se puede aprobar siempre
La autoestima, el escalón de desarrollo próximo, el progresa (faltaría más) adecuadamente (por supuesto) son muy agradables para todos los involucrados en el proceso de enseñanza-aprendizaje que lo llaman. Sin embargo, acaban dejando a los alumnos inermes ante la vida misma, cuando empiezan a caernos suspensos desde todas las esquinas. Entre otras cosas, deberíamos enseñarles a suspender con dignidad y espíritu de autocrítica y superación.
Ojalá ningún alumno mío se aterrorice al leer este artículo. Al revés, que se regocije. En cualquier caso, aprenderá algo importante: o mi asignatura o, aún más práctico, a suspender. Qué suerte.
                                                                    Enrique  García-Máiquez


2. Clasifique el texto, de manera justificada, según la tipología textual, el ámbito de
uso y el género textual, argumentando la clasificación con, al menos, dos razones
diferentes. (1 punto). 










Tema:
Elogio del suspenso como medio de superación y aprendizaje vital
La necesidad de aprender del suspenso para afrontar la vida
Resumen:
Todo empuja a aprobar. Sin embargo,  del suspenso pueden extraerse enseñanzas positivas para la vida práctica, llena de fracasos: la dignidad, la  autocrítica y el espíritu de superación. Hay que aprender a suspender.

Tipología:
         Las referencias a un  presente muy inmediato (Hace poco…); una terminología muy moderna extraída de la nueva programación (novedades del mundo educativo, aprender a aprender, aprender a usar las nuevas tecnologías…)  y un desarrollo muy  comprimido de un asunto que requeriría más líneas de los que permite un periódico nos indican que estamos dentro del ámbito periodístico. El título llamativo, aprender a suspender, que choca con el sentido común,  y un registro estándar impuesto por el medio son también pruebas evidentes  de la pertenencia a este medio.
      En cuanto al tipo de texto es seguro que estamos ante un texto argumentativo, donde en- contramos una tesis (aprender a suspender), que se respalda con tres tipos de argumentos:
1.       El de autoridad (Baltanás, Unamuno, Cernuda, Borges y san Juan de la Cruz)
2.       El de sabiduría popular (Según reza el refranero…)
3.       El de la experiencia personal (Mi propia experiencia…)

La estructura es de encuadre porque la tesis se encuentra en el tercer párrafo y se repite en el último. Va precedida de una introducción y se reafirma en lo dicho al final del texto.
     A la parte expositiva le corresponden los datos objetivos de las citas y sus autores.
      El uso del plural inclusivo y determinadas aclaraciones dirigidas a los lectores (lo mejor sería…, el suspenso no debería, etc. ) y, en especial, a los alumnos son otras tantas pruebas de lo que decimos.
En cuanto al género podemos decir que es de opinión, y más concretamente un artículo de opinión porque nos encontramos con la subjetividad (¡Uf!, ¡otro examen!, ojalá ningún alumno…). El hecho de que encontremos la primera persona (alumno mío…., mi asignatura, etc.) también avala lo que decimos. El recurso al plural inclusivo (nos examinarán) y la convivencia de oraciones simples, unimembres y complejas dentro del mismo texto nos permiten asegurarlo con total seguridad. Finalmente, la concurrencia en el registro de un léxico coloquial (un centón de cosas más, uf, etc.) con uno culto (inerme, inminencia, lúdica) terminan por confirmar lo que defendemos.

La función que predomina es la apelativa porque se pretende convencer al lector de algo que aparentemente va en contra del sentido común. La expresiva y la referencial quedan en segundo lugar.